Mi entrada de hoy en el blog será algo diferente. Os voy a contar una anécdota personal y cómo se relaciona con las matemáticas.
Esta semana pasada me fui de viaje a Praga, una ciudad de las más bonitas que conozco, y muy recomendable de ver (era mi cuarta visita aunque la anterior ya fue hace más de 15 años). Decidí coger un libro para leer durante el viaje de ida en el avión (que además salió con casi una hora de retraso, que estuvimos dentro del avión), y el libro que había escogido fue Rebelión en la granja, de George Orwell, gran libro y que tenía muchas ganas de releer.
Pues bien, la curiosidad es que vi que la chica que se sentaba a mi lado en el avión también estaba leyendo Rebelión en la granja, aunque en este caso, una edición bilingüe inglés-checo. Y me puse a pensar: ¿cuál es la probabilidad de que la persona que esté a tu lado tenga el mismo libro?

Así pues, pensemos: por un lado, si miramos la probabilidad matemática puramente, sería de uno entre el número total de libros que existen, y podría parecer que es algo extraño o incluso místico. Pero hay que ser realistas: las casualidades no lo son tanto muchas veces, el problema es que no entendemos la probabilidad y que nos gusta creer en el destino.
Hay muchas variables que condicionan este resultado probabilístico: no coger un libro demasiado grande para llevar en la maleta, libro mundialmente conocido, y que podría haber habido coincidencias en otras muchas cosas: ropa, gustos musicales, nombre, etc. De hecho, la probabilidad de tener alguien conocido en común con la persona que tienes al lado de un avión ya es de un 1,5%.
A esto se le suma lo que se conoce como la Ley de los Grandes Números, que básicamente viene a decir que cualquier suceso, por improbable que sea, acaba sucediendo si se repite un experimento aleatorio suficientes veces. De esto ya hablamos en su día con las Martingalas para hacerse millonario.
Así pues, nos acordamos de un detalle concreto, como es tener al lado a una persona que lee el mismo libro que tú en un avión, pero no de todas las veces que vamos en el metro, tren, autobús, etc. y la persona de al lado está leyendo otro libro o haciendo otras cosas, y por eso, a esa cosa extraordinaria le damos un valor mágico cuando en realidad no lo tiene tanto.
En esto se basa la que se conoce como «Paradoja del cumpleaños», que quedará para otra entrada del blog.
De la misma forma, muchas veces conocemos a alguien y hablando vemos que tenemos algo en común o que conocemos a alguien en común. Esto suele parecer muy extraño pero en realidad, podemos tener muchas cosas parecidas que hacen más frecuentes estas casualidades: edad, aficiones, estudios, etc. Por todo ello, debemos relativizar las casualidades, aunque por mi parte, en algunos casos me seguirá gustando pensar que hay algo detrás de ellas.